Sherlock Holmes, Columbo y Jessica Fletcher (de Murder She Wrote) no tienen nada que envidiar a Duck Detective de Happy Broccoli Games. El protagonista Eugene McQuacklin, recién divorciado, intenta pagar el alquiler y, como todos los grandes gurús de la ficción, su relación parece ir mal gracias a su vicio particular: una afición desmedida por las esponjosas barras de pan. Con facturas que pagar y un hábito tostado que alimentar, es hora de hacer lo que mejor sabe hacer. Cascarse un caso (ni siquiera lo siento).
Desde el momento en que jugué a la demo de Steam Next Fest en febrerome quedé prendado de Duck Detective: El Salami Secreto. La forma en que rinde homenaje constantemente al cine negro es un punto fuerte, con Eugene soltando a menudo un monólogo interior para describir un lugar durante escenas lluviosas y en tonos sepia. Philip Marlowe, comete tu corazón. Tras recibir una llamada telefónica, me encargan resolver un caso que gira en torno a un almuerzo robado en una estación de autobuses local. Pero tras encontrar pistas e interrogar a los empleados, hago algunas deduc(k)ciones que empiezan a desentrañar un misterio aún mayor y me lo paso en grande intentando llegar al fondo de todo.
Alborota algunas plumas
Como gran aficionado a los juegos de detectives, he estado anhelando una nueva experiencia que me permita rascarme la picazón investigadora, y Duck Detective: El Salami Secreto ha hecho precisamente eso. Con un gran caso por resolver que inicialmente empieza contigo investigando el robo de un almuerzo, empiezas a comprender que en esta estación de autobuses hay más de lo que parece a primera vista.